
En Costa Rica hace 2 años dos probables candidatos a la presidencia de la República, miembros del Partido Liberación Nacional, figuras públicas reconocidas, y políticos electos popularmente escribieron el famoso “Memorandum del Miedo”. El memo dirigido al presidente Oscar Arias Sánchez indicaba una serie de medidas que se debían implementar en la campaña a favor del tratado de libre comercio con Estados Unidos, de cara al referéndum del 7 de octubre del 2007. La estrategia política ideada por el vicepresidente Casas y el diputado Sánchez (este último primo del presidente) exponía como se debía engañar a los ciudadanos amenazando su empleo, la presencia de gobiernos extranjeros en el país (Chaves, Evo, Fidel, entre otros), castigando a los alcaldes que no ganaran sus respectivos cantones entre otras inmoralidades.
El memorando salió a la luz pública y provocó la renuncia del vicepresidente Casas -ahora trabajando en Washington- y el “arrepentimiento” del diputado Sánchez. Ambos políticos eran (¿son?) prospectos presidenciales que hacían sus armas en el mundillo de la política costarricense. Ambos doctores graduados en Inglaterra destacaban con ese memorando de cuanto les sirvió las clases en ciencia política, derecho y filosofía…
La semana pasada el Congreso de la República archivó el caso de Fernando Sánchez, destacando complacencia de la mayoría de diputados premiando a su compañero en la Asamblea. Apoyado por los miembros de su partido y algunos otros secuaces, la Asamblea demostró que es un organismo que ejerce control político a conveniencia; a la tónica del diseño de nuestro sistema político: resguardar, acomodar y fortalecer los grupos políticos dominantes.
Justamente en esa misma semana, el presidente Arias demuestra el apoyo a su primo y declara abiertamente en la prensa y en cadena nacional el papel parcializado y poco objetivo de los organismos de control. Asimismo, indica que estas instituciones de control “se pasan” de sus funciones tradicionales y cuestiona con gran alevosía: “¿Quien controla a los contralores?” De forma cínica declara que instituciones como la Defensoría, la Contraloría y hasta los ya de por si comprados medios de comunicación (algunos; no todos sucumben ante la presión gubernamental) han abordado temáticas que no son las que deberían de cubrir, y que deberían rescatar las acciones positivas que realiza el Gobierno.
El presidente olvida que la democracia es justamente democracia porque no existen represiones del gobierno hacia el ciudadano en demostrar y divulgar públicamente las opiniones políticas sin temor a expresar sus ideales (Dahl para dummies señor presidente). Además, solamente en las democracias contemporáneas se podría visualizar oposición organizada, debido a que cualquier otro régimen (autoritario, por ejemplo) formalizaría la desorganización sistemática de dichos grupos.
Sin embargo el presidente va más allá. Ya no arremete contra la oposición (entiéndase según el diccionario arista: “todo lo que no me rinda pleitesía públicamente; obedezca y crea en todo lo que yo digo y hago”), sino que ajusta desde la cabeza del Ejecutivo al sistema político para que éste, mediante vías cuasi formales, pueda desestabilizar a las instituciones de control político.
¿Qué sigue ahora presidente Arias, toque de queda para las manifestaciones? ¿Supresión de partidos políticos de carácter crítico hacia el gobierno? ¿Cambio en las reglas del juego para “democratizar” la posición arista de los grupos de poder? ¿Desfinanciamiento de universidades públicas? ¿Fortalecimiento de las redes paralelas privadas en seguros, electricidad y telecomunicaciones? Respuesta: todas las anteriores.