jueves, 15 de julio de 2010

"Oda al pegabanderas": Pagarán justos por pecadores...


II. Consecuencias del negocio…

Llegó el momento esperado, el día después de las elecciones. La breteada al fín va a generar frutos. Los que perdieron son el fiel reflejo de vivir al lado de una expectativa (algo así como jugar lotería, solo que la lotería es un acto que tiene un valor –económico- fijo; la política es ruin, ésta no te dice cuanto tenés que aportar, ni cuanto vas a recibir por tu esfuerzo).

La competencia de los pega banderas empieza con el partido ganador: los pega banderas se ponen en fila a esperar con las manos abiertas el sin fin de puestos a repartir. Interesante trabajo sería identificar todos los puestos de “confianza” que gana el partido que gana las elecciones… entre los puestos clásicos para los pegabanderas están los de: asesores legislativos, asesores de ministros, puestos en el servicio exterior como asistentes, consejeros o auxiliares, nombramientos en juntas directivas de instituciones autónomas, entre muchos otros. Ahora bien, es solo una parte del “trato”.

No a todos les pueden dar un empleo, ni a todos les pueden ofrecer permisos de construcción, patentes, licitaciones, consultorías, entre otros. De hecho, con el manejo de recursos escasos es que los nuevos gobernantes manejan las necesidades insatisfechas de las personas que ayudaron al partido. Algunos no recibirán nada. Nada de nada, y quien sabe, según dicta la experiencia existen altas posibilidades que estas personas vuelvan a pegarle banderas al partido. Para el lector no tendrá sentido ayudar a un partido que no te aseguró condiciones en un pasado, sin embargo es más la esperanza y el interés por resolver una deuda, un futuro. De ahí lo perverso de los políticos que usan esta técnica de reclutamiento.

¿Cuál sería el impacto de estos negocios que se realizan de forma privada, pero que tienen su proyección en el espacio público? Para empezar, una desacertada orientación para la toma de decisiones. Además, una ejecución inadecuada, sesgada, de la operacionalización de esa toma de decisiones, y a su vez, un gasto público gigantesco a funcionarios pasajeros o temporales (porque sepa el lector que, los puestos de confianza, son los que más ganan y más beneficios tienen en la administración pública; justifica el gobernante son los más preparados, idóneos para el puesto).

Los puestos técnicos se ven sacrificados a cumplir con propuestas y planes indebidos, con presupuestos mal realizados y a partir de compromisos políticos que a la postre generan muy poco para la ciudadanía. Los profesionales que se ven obligados a producir este tipo de trabajos, deben luchar contra condiciones internas complicadas; climas organizacionales totalmente viciados, estructuras de poder paralelas (¿se acuerdan del Estado Paralelo; aquel que pagó la administración pasada con la plata del BCIE y los bonos chinos?), conflictos éticos serios, y en muchos casos no registrados, actos de corrupción que propicia el jefe (nombrado políticamente), que ejecuta el profesional (el hilo siempre se rompe por lo más delgado).

Y es ahí donde pagan justos por pecadores: los justos son la ciudadanía engañada con falsas promesas, con slogans publicitarios y con identificaciones mal focalizadas; los justos son los trabajadores de la función pública que cada 4 años debe lidiar con ocurrencias inoperantes de políticos de turno; los justos son los que votaron por un cambio, los que se apegaron a las reglas creadas por aquellos mismos que resuelven inocencias para los que históricamente han demostrado culpabilidad. Y los pecadores? A esos los eligen cada 4 años. Son fáciles de identificar porque siempre atrás tienen un grupito de pegabenderas, esperando a que caigan las migajas que ellos alguna vez habían masticado.