jueves, 4 de septiembre de 2014

¿Presidente de 100 días para Costa Rica?




Costa Rica ha sido reconocida como una de las naciones latinoamericanas que muestra desde hace décadas uno de los sistemas electorales más sólidos y transparentes. La alternancia en el poder había sido la tónica, siendo los partidos Liberación Nacional y la Unidad Social Cristiana quienes se turnaron el poder desde la década del ochenta. Las señales de desgaste del bipartidismo tradicional se empezaron a ver desde finales de los 90, y para principios del 2002, era claro que el sistema de partidos estaba en transición. Este dinamismo en el horizonte electoral costarricense se corona en la elección del 2014, cuando el Partido Acción Ciudadana, con apenas 13 años de creación consigue llevar a Luis Guillermo Solís a la presidencia.

El día de hoy en Costa Rica se enfrenta una disyuntiva con el presidente: un sector de la prensa la ha emprendido contra el presidente Solís, aduciendo poca capacidad de concretar promesas de campaña, falta de compromiso en temas cruciales y nombramientos dudosos en puestos claves. Por otro lado, hay quienes defienden al gobierno, indicando que las acciones realizadas hasta el momento son parte de la estrategia integral de primero analizar una serie de situaciones que vienen desde hace muchos años atrás, las cuales requerirán de mucho mayor ahínco para concretarlas. Quienes defienden esta última posición, alegan que no es posible dar una solución definitiva en 100 días, a problemas que se van acumulando hace décadas. En este debate, sigue creciendo la idea generalizada de un gobierno sin experiencia ni preparación, el cual demuestra muy poco ante la expectativa creada en la campaña electoral, donde Luis Guillermo Solís ganó en segunda ronda electoral.

Campaña vs. Gobierno
Uno de los aspectos claves de la campaña política de Luis Guillermo Solís fue mantener en todo momento la coherencia en su discurso, en la transmisión de ideas y en la forma de llevarlas a cabo. Esto de la mano de un estilo sobrio, directo e inteligente de diálogo e intercambio de argumentos. Argumentos que al final de cuentas son elementales para formar un criterio y decidirse por una opción. Sin embargo, se han detectado incoherencias en la forma de enfrentar y realizar varios proyectos (lo cual era posible, y hasta tolerable en cierto modo), pero principalmente en el estilo que caracterizó el personalismo formado por Solís. Esto lleva a una discusión mayor, probablemente administrativa; interna. La campaña terminó y ahora Solís representa a un Gobierno. La oposición -la cual no es ni se mantiene como un bloque sólido, ya que tienen serias diferencias ideológicas en varios temas- ha aprovechado a los medios de comunicación masivos para señalar incasablemente las fallas en los primeros 100 días del gobierno de Solís, lo que ha repercutido en una sociedad costarricense deseosa de ver señales reales y tangibles de cambio.

Experiencia y preparación
El discurso de falta de experiencia y preparación del presidente y de su equipo de gobierno es sumamente tendencioso. En un país como Costa Rica, donde por primera vez un partido político diferente al eje bipartidista gana las elecciones, es claro que a tres meses debería existir un tratamiento mejor de los determinismos. Principalmente porque colocar este tema en un escenario de juego de suma cero, pone de manifiesto la suspicacia de quienes desde ya empezamos a ver tendencias electorales: no se puede perder de vista que aducir “falta de experiencia y preparación” invita a pensar en que, sería necesario buscar otros actores que “sí tengan preparación y experiencia”. En un país en que la reelección es una herramienta fundamental para los partidos tradicionales, exponer esta idea y asumirla como cierta puede convertirse en una plataforma para volver al viejo esquema bipartidista del PLN y el PUSC.

Es necesario recordar que hace algunos años se popularizó la idea de “la necesidad de contar con un capitán para guiar la nave”. La idea refería a la falta de liderazgo desde finales de la década del 90 y principios del siglo XXI; coyuntura política en que en dos ocasiones el tema de la reelección presidencial señalaba siempre al mismo “capitán”… y la idea le rindió frutos. Así, el fuerte personalismo cargado en el universo simbólico costarricense, pone de manifiesto la credibilidad de Luis Guillermo, y la legitimidad del PAC ante el reto de liderar una propuesta que ejecute un plan que pueda ser tangible a corto plazo.

Sin embargo, el gran reto del gobierno es afianzar el lazo concretado en campaña: ese fortalecimiento debe buscar entender el ejercicio responsable de ciudadanía que comprende que el presidente de la República no fue electo para gobernar 100 días. No fue electo para concretar obras públicas en 100 días. Fue electo para demostrar que existe una forma diferente, más transparente y más justa de gestión. Esa idea es vital para que la sociedad costarricense no sucumba ante posiciones malintencionadas que buscan la inestabilidad per se. Inestabilidad tolerable por un sistema democrático que aun procesa de manera eficiente esos embates, pero que genera también otras prácticas que pueden ser dañinas para la consecución de objetivos en el futuro cercano. En el escenario político una coalición dominante -aparentemente inestable- tendrá que hacer su mejor esfuerzo frente a una oposición que conoce su rol, que tiene control de zonas de incertidumbre y que maneja parcelas de poder. En este juego de poder, cada vez se refuerza más que el actor más importante sigue siendo el ciudadano.
 

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