Hoy recordé una anécdota que hace poco me contó mi amigo Issac. Quienes lo conocen, saben a quien me refiero. Don Issac Artavia Caballero (y que curioso que me lo haya topado justo en época de elecciones!) me cuenta la historia y lo relato en primera persona, con su permiso:
En aquella reunión fui censurado.
Fui amedrentado y casi hostigado por haber expresado una simple
opinión: “El debate de canal 9 me pareció bueno; me gustó”.
Eso sirvió para que
quienes me rodeaban me atacaran de la forma más alarmante, no esperaba una
reacción así: “¡Esos debates son un show para que la gente se entretenga!; ¿Cómo
le va a gustar una cosa de esas?; fue malísimo, uyyy horrible, y esos
presentadores… y esa corneta… parecía un ring de boxeo”. Mi respuesta a la
reacción de varios de los que me hablaban fue: “yo me refería al formato… me
pareció bueno” viendo directamente a uno de los únicos que prefirió quedarse
callado ante mi opinión al debate de la noche anterior. No era posible que todos -los que me oyeron- tuvieran una reacción
parecida, y yo era el único que había creído que el debate había
sido bueno; entretenido. Era difícil pensar que tantos profesionales estuvieran
equivocados; lo más probable es que yo era el iluso, inocente, mortal que se
atrevía a creer que el debate había sido bueno… importante...
Pero, ¿Cómo me equivoqué tanto?
¿Será realmente que el debate (y posiblemente todos los subsiguientes) fueron
tan malos que solo yo me tragaba el show
business de los politiquillos de turno de Costa Rica? ¿Será que tantos años
de estudiar y apasionarse por la política me habían cerrado los ojos a la burda
conspiración de los partidos políticos y los medios de comunicación?
Reflexionando un poco sobre esto,
encontré una razón que podía justificar, no mi opinión, pero sí ver el fondo
del asunto de la opinión de mis detractores. Y es justamente describir un poco
a mis detractores.
Aquel día no había notado algo
que de sobra es claro para casi todos (menos para mi, por supuesto). Aquellos censuradores,
todos, absolutamente todos tenían un puesto político de confianza. ¿Y confianza
hacia quién? Confianza a un ministro de gobierno, de determinado partido
político… era tan obvia la respuesta, que ni gracia da. ¿Cómo sería posible que
a aquellos que les pareció espantoso el debate podrían encontrarlo bueno? Es simplemente
imposible pensar que el debate es bueno, si tu candidato (del partido de
gobierno) es malísimo. Si en un debate, la habilidad de palabra, de respuesta y
de formulación de preguntas, con base en la seguridad y coherencia del
discurso, es la gran fortaleza de los candidatos, como aquel candidato, que con
costos se memoriza alguna respuestas, podría ser de admiración para este
selecto grupo de profesionales que me criticaban sin cesar? ¿Cómo les podría
gustar el debate, si su candidato es pésimo?
Además, no es nada extraño que consideren
el debate hasta innecesario. Si ya uno de los líderes de su partido y candidato
hacía ocho años se negaba a participar de los debates, a sabiendas que el
desafío era mayúsculo y era mucho más fácil atragantar a la gente con miedos,
propaganda y expectativas de un futuro mejor…
Ahora entiendo porque a ellos no
les gustó el debate…
Issac Artavia Caballero
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