martes, 24 de agosto de 2010

Sobre el FEES


Luego de una impresionante marcha de más de 14.000 personas, el efecto/impacto deseado tuvo éxito: primero se legitimó la causa universitaria (propiamente en el mensaje de fortalecimiento a las universidades públicas en procura de sus estudiantes, programas y trabajo continuo en investigación), segundo se consolidaron los rectores frente a los negociadores del gobierno, quienes tuvieron que aceptar un “mea culpa” en el tono y nivel de confrontación pública; tercero se reanimaron las conversaciones para definitivamente entrar a negociar, ya que el tono personalista que le imprimieron Garnier y Herrero logró el tan desconocido disenso, propio de la democracia.

Ahora bien, no me voy a referir a los aspectos económicos, cifras y demás por una simple razón: porque no es el problema del FEES. El problema que se omite abiertamente para no generar más roces entre uno y otro es que el gobierno necesita controlar a un actor que en los últimos 10 años, ha fortalecido su posición política frente a las decisiones trascendentales para este país. La élite política que maneja el sistema no debería permitir un polo tan fuerte de crítica y cuestionamiento, de ahí que utiliza dos herramientas tradicionales clásicas de las democracias modernas occidentales según Dahl: el recurso político violencia y el recurso sanciones económicas.

¿En qué consiste? Básicamente se aplican estos dos recursos -exclusivos del gobierno por la atribución legal procedimental de aplicar la disciplina/control de la autoridad- a aquellos actores que incurran en el “desacato” de cuestionar el modelo de desarrollo que impone la élite política (no necesariamente identificable con partidos en específico; va más encaminado a asuntos de desarrollo comercial y productivo). Cuando un actor está generando demasiada controversia o polémica, según las reglas del juego democrático, éste podría calar tan alto en la percepción de las personas que podría desviar los planes de la élite. Ante esta situación, la élite mueve sus instrumentos para aplicar intimidación por medio de la policía (caso del OIJ cuando llegaron a amedrentar estudiantes; pueden meterse a la UCR pero no pueden meterse al Infiernillo, Las Tablas o Guararí, porque ahí sí saben defenderse a golpes, y obviamente eso le da pavor al OIJ) y un desfinanciamiento por medio del FEES (Fondo Especial para la Educación Superior) que a la postre indica un claro mensaje de control y represión, no solo de las universidades como actor político, sino también para el desarrollo nacional en todos los ámbitos.

Con los argumentos anteriores se intenta explicar que el tema de fondo es político y no económico. Es sobre el ordenamiento de las relaciones de poder, y no sobre las estrategias de administración de presupuesto, como han querido desviar la atención los medios/gobierno. Es un asunto de posicionamiento de las universidades como generadoras de criterios, de identidad y de ideas en el campo político, en la toma de decisiones.

Obviamente, un control primario del gobierno a las universidades les daría mayor margen de acción para emprender su proyecto; vale indicar, el proyecto de la élite política del país. Habrá que esperar en los próximos días la resolución de este conflicto; adelantando, posiblemente se llegue a un acuerdo beneficioso para las universidades, no exactamente el propuesto por las mismas, pero uno que sí responda a los planeamientos de las universidades para mantener el fortalecimiento de sus estructuras. En el caso del gobierno, no le conviene echarse encima a un grupo tan fuerte a sabiendas del desgaste de otros mecanismos institucionales (Asamblea, Ministerios), proyectos específicos que aun no tienen resolución (Crucitas, Militares gringos), así como el descrédito en temáticas sensibles del país (Seguridad e Infraestructura vial).

viernes, 13 de agosto de 2010

"Oda al pegabanderas": el último suspiro


¿Cuántos pecadores más nos depara el destino político de este país? ¿Cuántos han pasado y se han servido con la cuchara grande? La otra vez en un intento inútil por convencer a un taxista de lo importante de su aporte en lo político casi me termina bajando en media calle. No era por que lo insultaba, cuestionaba ni nada por el estilo: era que le estaba recordando los acontecimientos políticos del último año. La frustración lo empujó a caer en tal desesperación que no pudo contener su velocidad en plena avenida central…

Frustración

El malestar con la política logra una mezcla odiosa pero real: la polarización. Unos que quieren hacer algo, y otros que no quieren saber nada de política. A su vez, entre los que quieren hacer algo, muchos han optado por la posición del pegabanderas. Ubicarse donde mejor les pegue el sol. La política utilitaria que más temprano que tarde robustece la distribución de bienes selectivos a cambio del votico (así dice un slogan del candidato libertario por el cantón de Paraíso; con desprecio, como no se ha derramado sangre en el mundo por ese votico…) se convierte en práctica habitual, al punto que existen estructuras ministeriales tan viciadas que ni siquiera se pueden cambiar desde la cabeza, ya que todo el cuerpo está contaminado. Aqui lo más que se puede hacer es como con la gangrena: se debe cortar el área afectada.

El pegabanderas hace recordar que esa parte de la población es la que decidió engañar, falsear y comprometer las bases de la democracia. Lo curioso es que no le importa. En el discurso justificante de su conducta, de la creciente desigualdad, del clima de inseguridad y desgaste de las instituciones políticas, ellos no son responsables. Es responsable cualquier otro, ya que el pegabanderas no tiene capacidad real de discernir entre lo bueno y lo malo (así, genérico y subjetivo). Para ellos el campo es tan grande que asimismo se ven como triunfadores en este pantano de batracios (Gracias Don Oscar, por darnos a todos los costarricenses honrados, una nueva "denominación" de vida. Yo me reservo mis descripciones hacia usted).

El pegabanderas es un instrumento de los políticos, que juntando grupos de personas con un perfil que no juzgue, presione o cuestione, logra cometidos a partir de expectativas; a partir de compromisos difusos entre personas con cargas desproporcionadas de poder. El pegabanderas vive pendiente de ser tomado en cuenta por quien sea, ya que la falta capacidad la compensa con servilismo y servidumbre.

Es preciso comprender que, al fin y al cabo, el pegabanderas busca un empleo que no puede obtener de manera regular; debe hacerlo a costa del trabajo duro de los muchos y muchos que nos esforzamos día con día por sostener el establishment .