No voy a escribir sobre Merino. Él ya escribió (realmente) una historia inigualable en Costa Rica.
Nunca me dio clases, y siempre creí que algún día lo iba a conocer en persona. Una vez lo vi en la Escuela de Ciencias Políticas, y me dio verguenza hablarle. Me hubiera gustado mucho contarle que fue una de las personas que me inspiró en mis ideas políticas.
Cuando estaba en el colegio, en mi último año, aconteció el Combo ICE.
Recuerdo que deseaba que fueran las aulas de estudios sociales para poder
hablar un poco al respecto. Nunca se dio discusión alguna, y recuerdo a mi
profesora cuestionándome porque quería que habláramos del Combo ICE… recuerdo
que también cuestionaba mi ética, y decía “todos los comunistas son iguales!”
con aquel tono despectivo, solo porque estaba vendiendo pulseritas de macramé a
300 colones. Nunca le conté que eran para comprarle una entrada al estadio a
una “amiga”… en fin.
Ese fue un año extraordinario para forjar lo que sería mi ingreso al año
siguiente a la universidad, y a la par de aquel ímpetu revolucionario que me
invadía (sin poder hacer nada al respecto, al menos en ese año) comprar libros
de política en Libro Azul, escribir poesía revolucionaria, redactar comunicados
de un partido socialista inexistente y escribir frases emancipadoras se
convirtió en mi hobby favorito.
Particularmente recuerdo aquel libro de Turismo (con aquella profesora
de cuyo apellido no quiero olvidarme) en el que escribí en la portada tres cosas
que recuerdo con nostalgia: una frase del Himno al 15 de setiembre que decía “…
a los ruines esbirros espante”; MARX y MERINO. Para mí, a mis 17 años, el hecho
de saber que existía una persona que no le daba miedo dar la cara, apoyando
firmemente sus ideas, convicciones, y capaz de defender sus ideales desde la
violada izquierda costarricense era demasiado para mí. Era simplemente tener
una figura de prestigio y admiración que no podía dejar de resaltar. Pensaba que,
aquel era el político en extinción que, así como puede ser un académico
respetado, puede también, del lado de la gente, trabajadores, estudiantes, campesinos,
salir y defender los intereses de los grupos más vulnerables; de las clases
populares, como diría otro grande, Rodolfo Cerdas.
Hoy, 12 años después, estoy 12 años más convencido que todo eso que
pensé a mis 17, está más firme que nunca. Sigo con la misma admiración a José
Merino del Río; lo sigo viendo como el político que era capaz de crear una
organización partidaria de izquierda con capacidad real de buscar y ejecutar un
cambio en Costa Rica. Lo sigo viendo como aquel hombre que no necesitaba
esconderse atrás de frases de Trotsky para defender sus ideales. Sigo admirando
la capacidad de ser el único que se atrevió, y que consiguió penetrar aquella
política maldita, plagada de mitos y tabúes.
En mi recuerdo sigo escuchando a la profesora de Estudios Sociales
diciendo que eso se me iba a pasar… y todavía me da risa.
El ejemplo de José Merino no va a pasar en vano. Yo mismo, públicamente,
me comprometo a hacer algo. Y en la tira, me voy a llevar a varios.
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