(*Puede encontrar este mismo artículo accesando a http://www.asuntosdelsur.org/blog/2014/09/02/presidente-de-100-dias-para-costa-rica/)
Costa Rica ha sido reconocida como una
de las naciones latinoamericanas que muestra desde hace décadas uno de
los sistemas electorales más sólidos y transparentes. La alternancia en
el poder había sido la tónica, siendo los partidos Liberación Nacional y
la Unidad Social Cristiana quienes se turnaron el poder desde la década
del ochenta. Las señales de desgaste del bipartidismo tradicional se
empezaron a ver desde finales de los 90, y para principios del 2002, era
claro que el sistema de partidos estaba en transición. Este dinamismo
en el horizonte electoral costarricense se corona en la elección del
2014, cuando el Partido Acción Ciudadana, con apenas 13 años de creación
consigue llevar a Luis Guillermo Solís a la presidencia.
El día de hoy en Costa Rica se enfrenta
una disyuntiva con el presidente: un sector de la prensa la ha
emprendido contra el presidente Solís, aduciendo poca capacidad de
concretar promesas de campaña, falta de compromiso en temas cruciales y
nombramientos dudosos en puestos claves. Por otro lado, hay quienes
defienden al gobierno, indicando que las acciones realizadas hasta el
momento son parte de la estrategia integral de primero analizar una
serie de situaciones que vienen desde hace muchos años atrás, las cuales
requerirán de mucho mayor ahínco para concretarlas. Quienes defienden
esta última posición, alegan que no es posible dar una solución
definitiva en 100 días, a problemas que se van acumulando hace décadas.
En este debate, sigue creciendo la idea generalizada de un gobierno sin
experiencia ni preparación, el cual demuestra muy poco ante la
expectativa creada en la campaña electoral, donde Luis Guillermo Solís
ganó en segunda ronda electoral.
Campaña vs. Gobierno
Uno de los aspectos claves de la campaña
política de Luis Guillermo Solís fue mantener en todo momento la
coherencia en su discurso, en la transmisión de ideas y en la forma de
llevarlas a cabo. Esto de la mano de un estilo sobrio, directo e
inteligente de diálogo e intercambio de argumentos. Argumentos que al
final de cuentas son elementales para formar un criterio y decidirse por
una opción. Sin embargo, se han detectado incoherencias en la forma de
enfrentar y realizar varios proyectos (lo cual era posible, y hasta
tolerable en cierto modo), pero principalmente en el estilo que
caracterizó el personalismo formado por Solís. Esto lleva a una
discusión mayor, probablemente administrativa; interna. La campaña
terminó y ahora Solís representa a un Gobierno. La oposición -la cual no
es ni se mantiene como un bloque sólido, ya que tienen serias
diferencias ideológicas en varios temas- ha aprovechado a los medios de
comunicación masivos para señalar incasablemente las fallas en los
primeros 100 días del gobierno de Solís, lo que ha repercutido en una
sociedad costarricense deseosa de ver señales reales y tangibles de
cambio.
Experiencia y preparación
El discurso de falta de experiencia y
preparación del presidente y de su equipo de gobierno es sumamente
tendencioso. En un país como Costa Rica, donde por primera vez un
partido político diferente al eje bipartidista gana las elecciones, es
claro que a tres meses debería existir un tratamiento mejor de los
determinismos. Principalmente porque colocar este tema en un escenario
de juego de suma cero, pone de manifiesto la suspicacia de
quienes desde ya empezamos a ver tendencias electorales: no se puede
perder de vista que aducir “falta de experiencia y preparación” invita a
pensar en que, sería necesario buscar otros actores que “sí tengan
preparación y experiencia”. En un país en que la reelección es una
herramienta fundamental para los partidos tradicionales, exponer esta
idea y asumirla como cierta puede convertirse en una plataforma para
volver al viejo esquema bipartidista del PLN y el PUSC.
Es necesario recordar que hace algunos años se popularizó la idea de “la necesidad de contar con un capitán para guiar la nave”.
La idea refería a la falta de liderazgo desde finales de la década del
90 y principios del siglo XXI; coyuntura política en que en dos
ocasiones el tema de la reelección presidencial señalaba siempre al
mismo “capitán”… y la idea le rindió frutos. Así, el fuerte personalismo
cargado en el universo simbólico costarricense, pone de manifiesto la
credibilidad de Luis Guillermo, y la legitimidad del PAC ante el reto de
liderar una propuesta que ejecute un plan que pueda ser tangible a
corto plazo.
Sin embargo, el gran reto del gobierno
es afianzar el lazo concretado en campaña: ese fortalecimiento debe
buscar entender el ejercicio responsable de ciudadanía que comprende que
el presidente de la República no fue electo para gobernar 100 días. No
fue electo para concretar obras públicas en 100 días. Fue electo para
demostrar que existe una forma diferente, más transparente y más justa
de gestión. Esa idea es vital para que la sociedad costarricense no
sucumba ante posiciones malintencionadas que buscan la inestabilidad per
se. Inestabilidad tolerable por un sistema democrático que aun procesa
de manera eficiente esos embates, pero que genera también otras
prácticas que pueden ser dañinas para la consecución de objetivos en el
futuro cercano. En el escenario político una coalición dominante
-aparentemente inestable- tendrá que hacer su mejor esfuerzo frente a
una oposición que conoce su rol, que tiene control de zonas de
incertidumbre y que maneja parcelas de poder. En este juego de poder,
cada vez se refuerza más que el actor más importante sigue siendo el
ciudadano.
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