Volver a Costa Rica siempre es interesante. Para mí, se resume en dos grandes
temáticas: la que atañe a asuntos personales, emotivos y sentimentales; y a lo
que yo llamaría el asunto político. De la primera es lo normal: familia,
amigos, recuerdos, nostalgia, alegría, revancha, etc… y la segunda es de la que
quiero escribir hoy.
Primero es necesario aclarar que nunca me desligo del acontecer
nacional: todos los días tengo acceso a los principales diarios escritos y a
algunos medios de comunicación alternativos. Asimismo, converso con varias
amistades sobre las situaciones que
pasan en el día a día. Con esto quiero decir que estando fuera del país estoy
enterado de lo que está pasando. Justamente esa variable (estar fuera del país)
se combina muy bien con el ejercicio de observación participante cuando se va
por un mes. Quiero decir con esto que, no hay nada como vivir el día a día. Genera
nuevas explicaciones sobre fenómenos sociales y se pone atención a detalles que
sirven de indicadores.
En ese sentido, hubo algo que observé y sentí con mucha fuerza en este
final del 2012: existe en una grande mayoría de la sociedad costarricense una
insatisfacción generalizada, que se equilibra pobremente con incentivos mínimos
de consumo desmedido, pero que llega a convertirse esa combinación en una
atmósfera propicia para la alienación, debido al constante maltrato y violencia
de las instituciones políticas con la ciudadanía.
Voy a intentar explicar mejor esta idea, separando los elementos y
explicándolos uno por uno:
Insatisfacción generalizada: lo del país más feliz del mundo es
exactamente ese tipo de índices que sirven justamente para demostrar cuan
equivocados pueden volverse este tipo de instrumentos. Costa Rica no está
feliz: está frustrada y maquillada con algunas grandes construcciones de
cemento y metal. Tiendas nuevas contrastan con las mismas calles, las mismas
aceras, la misma flotilla desorganizada de transporte público, cada semana un
nuevo tópico de incapacidad gubernativa, irracionalidad legislativa y
corrupción.
Incentivos mínimos (de consumo desmedido): una sociedad infectada -como diría
la banda argentina MALÓN- por instituciones políticas deslegitimadas, generan una
sociedad vacía que necesita de contrapesos. Infelizmente, la temporada navideña,
viernes negro y esas invenciones generan un falso estado de bienestar en el
consumo. Es decir, ante el malestar constante, el hecho de gastar un poco en
los nuevos centros comerciales le genera un cierto estímulo al costarricense
que intenta diferenciarse en un mundo consumista… consumiendo. Se justifica la
temporada como una oportunidad (lo que tantos pretendemos) para justificar el
deseo de tener nuevas posesiones que se interpretan como símbolos de poder
(adquisitivo). No creo necesario explicar lo errado de la idea: solo me referiré
a que la cuesta de enero, para una gran cantidad de familias, se les prolonga
hasta noviembre…
Atmósfera alienante: cuando expliqué que el ambiente es de malestar, y
que interpreto que el contrapeso que se impuso para contrarrestar ese malestar
es el consumo, creo que se establece un ambiente propicio para la enajenación. Consumir
se convierte en una competencia, en un status, y en una meta. Consumir en una
sociedad capitalista, resalta las diferencias en el ingreso, pero no así en la
oferta. En una sociedad mundial sobreproductora, la crisis se encuentra en la
distribución, y no en la necesidad. Añádele a eso que la idea de consumo es que
usted es capaz de consumir todo lo que quiere… todo eventualmente tendría un
precio (que lo diga master card) y depende de los individuos los medios para
alcanzarlo.
Violencia económica y violencia política: las tradicionales herramientas
de represión que repetía Althusser tienen la vigencia necesaria para entender
como el gobierno es responsable de usar estas dos grandes dimensiones en un
incontable número de formas. Sólo las que recuerdo (porque parece que sale una
todos los días) en este último mes puedo citar el “error” en el cobro del
marchamo a algunos automóviles, el incremento desmedido en el marchamo a los
dueños de motos, los movimientos fluctuantes de la tasa básica pasiva, las
nuevas revelaciones de la trocha que abrieron al lado de la frontera (en la
cual varios funcionarios públicos y privados se hicieron trillonarios con
fondos públicos), las donaciones de gobiernos extranjeros amigotes que
financian fundaciones por favores… entre tantas otras. También se pueden citar
la odiosa represalia de la policía costarricense en marchas pacíficas en
defensa del seguros social, la falta de palabra de Casa Presidencial para negociar
con grupos organizados: ahí desfilan estudiantes, campesinos, indígenas,
trabajadores, sindicatos… claro, para comerse tamales en casas de precandidatos
están de número uno!!
Desenvueltas estas ideas, hago la síntesis: observé una serie de
incongruencias en cuanto a la reacción natural que podría tener cualquier
gobierno democrático; por un lado usted observa represión y violencia contra
estudiantes universitarios; por el otro lado se observa miedo y e impunidad con
la creciente inseguridad (cuello blanco incluido más que nunca). También observo
que, la falta de toma de decisiones y de acciones para la población en general provocan
que, básicamente, todas las semanas alguien se manifieste con alguna protesta:
probablemente esto suceda por promesas clientelares realizadas en campaña y por
la deslegitimidad total que cuenta hoy el gobierno. Sin embargo, al lado de ese
malestar que se organiza con una marcha o una manifestación, también se observa
que éstas no están estimulando cambios. Es decir, que el instrumento ha sido
ignorado, y no se ha sabido interpretar ni actuar ante esas demandas. Demandas que
cada vez son más variadas y de formas cada vez más radicales. Claro, al no producir
resultados, al ser ignoradas esas demandas, las manifestaciones cambian su
modus operandi. Un ambiente de ese tipo, hace que se presenten protestas como la
de los grupos organizados a favor de la seguridad social, hasta el malestar
expresado por compradores e un supermercado por la venta de televisores. Ambos válidos,
ambos producto del engaño, la mentira y la agresividad mostrada contra los
ciudadanos.
Muy bueno!
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